Gracias por ser ese ángel justiciero en forma de demonio aterrador.
Gracias por aparecer de nuevo, por abrir la puerta de mi interior.
Gracias por recordarme de nuevo que he olvidado lo esencial.
Gracias por hacerme ver que soy un ser vulnerable, poder observar claramente me ignorancia, y saber que no sé nada.
Gracias por hacerme espabilar cuando he sido superficial y banal.
Gracias por ayudarme a apreciar la vida, valorar a los que me rodean y me aman.
Gracias por ponerle fin a mi estancamiento y hacerme replantear mi propósito.
Gracias por destrozar mi ego, por recordarme lo que soy y no soy, por hacer añicos aquello que un día creía que era, para poder ver entre las tinieblas que tú mismo has creado, la realidad de mi ser.
Gracias por hacerme ver una y otra vez que debo ser tu amigo para que puedas ayudarme, y que no debo de negarte cuando aparezcas.
Y sobretodo, gracias por hacerme ver que eres una ilusión, que simplemente eres necesario hasta que me doy cuenta de que eres innecesario.
Gracias, DOLOR.
David Leiva.